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Lo que la tierra esconde

EnPlatea

Lucas Ferreira

Con una excepcional, pero eficaz, economía de medios sobre el escenario, Diego Lorca y Pako Merino nos relatan varios siglos de enfrentamientos. Desde que Pizarro se hiciera con el Perú y volviera a España con todo el oro que allí se encontró, hasta el sistema capitalista
actual en que las grandes corporaciones y sus directivos expatriados llegan al territorio andino para dirigir las operaciones destinadas a extraer de la tierra el preciado metal. Lo que la historia ha acabado reconociendo que fue invasión, arrase y esquilmación guarda muchos imperialismo y atropellos contra el medio ambiente y los derechos humanos.

Titzina llega al Teatro del Barrio con La Zanja, una obra en la que, con un montaje vibrante y dinámico, diseccionan las relaciones presentes e históricas que conquistadores e inversores han mantenido, ayer y hoy, con los pueblos indígenas y las comunidades locales asentadas
sobre grandes yacimientos mineros.

Un asunto de sentencia fácil, pero que esta producción sintetiza en un completo fresco que abarca tanto su dimensión temporal como social y económica. De esta manera profundizamos en una realidad que lleva viva desde el s. XVI, planteando el debate sobre cuánto y cómo hemos evolucionado y cuáles son los motores que mueven al mundo desde tiempos inmemoriales y al modelo de sociedad actual en que vivimos.
Diego y Pako se multiplican interpretativamente como previamente lo han hecho escribiendo. A lo largo de ochenta minutos cada uno de ellos se convierte en múltiples caracteres que nos permiten conocer las muchas aristas del asunto que exponen, con fines no solo informativos sino también de denuncia y crítica. Como si su teatro fuera más periodístico que documental.
Un despliegue basado en una sucesión de escenas que saltan de lugar, tiempo y personajes, dando a La Zanja una fluidez que en algunos momentos despista pero que, en líneas generales, engancha. Sobre todo a medida que la representación avanza y captas los paralelismos y las múltiples lecturas (antropológicas, sociológicas, etnográficas,
culturales…) de su propuesta.
El elemento principal sobre el que se sostiene la función es el trabajo físico y verbal de Lorca y Merino. Una entrega total apoyada en la construcción escenográfica de Núria Espinach y Escenografíes Castells, el sonido de Jonatan Bernabeu y la iluminación de Albert
Anglada y Diego Lorca, les da la base para hacernos sentir que lo mismo estamos en la habitación de un hotel de cinco estrellas, en una carretera cortada por un piquete obrero o asistiendo a un asesinato. También, y lo que es igualmente importante, para dar un toque a
nuestras conciencias y hacernos pensar cómo lo que tenemos aquí se basa en lo que obtenemos, por medios cuanto menos dudosos, a miles de kilómetros, en lugares que no vemos y habitados por gentes a las que no escuchamos.