04/19

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Hoy igual que ayer

Ara.cat

Santi Fondevila

La relación entre la conquista de Francisco Pizarro y las explotaciones de multinacionales en tierras indias de Sudamérica puede parecer remota, pero tiene un elemento común que queda patente en la primera escena de la magnífica creación de la compañía Titzina: el oro y la codicia van juntos. Evocando la conquista española como telón de fondo y la paradoja de que las sociedades no han cambiado mucho, Titzina levanta una historia contemporánea sobre la confrontación cultural de dos mundos a través de la relación entre el delegado de una gran empresa y el alcalde de una comunidad india. El primer promete un gran futuro a cambio de permitir una explotación minera para buscar oro que rápidamente derivará en la contaminación del medio por mercurio. Ficción? quizás, pero hace seis meses la multinacional Chevron Texaco fue condenada por la Corte Suprema de Ecuador a pagar una millonaria indemnización a los pueblos indígenas para una explotación petrolífera que ha contaminado los ríos. No pagarán, claro: si unos tienen un abogado, la empresa hay pondrá ciento.

La zanja tiene algo de aquel teatro independiente poderosamente artesanal y con un fuerte compromiso social y humano que brotaba en las obras de los años 70 y 80 pero, y no es intrascendente, en una propuesta muy bien pensada, condimentada y estructurada y con dos excelentes actores, Diego Lorca y Pako Merino, que incorporan una variedad de personajes con naturalidad, sencillez y un humor negro marca de la casa.

La zanja es una mirada triste sobre el ser humano ya sea occidental o indio, da igual. El foráneo puede pensar en matar para alcanzar su objetivo, pero serán los mismos indígenas quienes se encargarán del trabajo sucio. Titzina lo muestra con un espectáculo deliciosamente contemporáneo y provocadoramente clásico.