04/19

Volver

Ensayo sobre la memoria histórica

NÚVOL

Oriol Osan

Pako Merino y Diego Lorca aterrizan de nuevo en Barcelona para presentarnos La Zanja , su última propuesta, que ya se hacía esperar. Una tragicomedia que homenajea nuestros antepasados, y sobre cómo el ciclo de la vida tiende a repetirse. Con la excusa de una multinacional que quiere extraer oro en una pequeña localidad rural, nos hablan de los ancestros, de las tradiciones, del arraigo y de las diferentes formas de interpretar el mundo. A La Villarroel , hasta el 22 de abril.

Recientemente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador , pidió al rey Felipe VI que se disculpara por los abusos cometidos por los españoles durante la conquista de su país. La respuesta no se hizo esperar: ni hablar! Siglos después, la herida aún supura.

(Primer apunte: hay un libro – reeditadíssim y altamente recomendable- publicado, precisamente, por la Universidad Autónoma de México, con el inequívoco título de Visión de los vencidos (relaciones indígenas de la conquista) , que explica la otra cara de la moneda. a través de textos históricos traducidos del náhuatl -y de documentos posteriores, ya en castellano este volumen es un contrapeso al único testigo que había hasta el 1959 sobre la Conquista y que no era otro que la crónica victoriosa de los mismos españoles. Como es de suponer, las versiones distan bastante.

Esta doble introducción viene a cuento de La Zanja , la obra que Titzina estrenó en 2017 en el Teatro Ateneo de su ciudad, Cerdanyola del Vallès, y que ahora llega a Barcelona (en La Villarroel) después de hacer gira por el Estado . Una astuta fábula que escenifica el encuentro que en 1532 tuvieron el criador de cerdos extremeño Francisco Pizarro y el último rey inca, Atahualpa. Del México azteca y maya en Perú inca, pero con desenlaces idénticos: expoliación y muerte. La compañía lo explica mediante un paralelismo con la llegada de un ingeniero de una multinacional minera en una pequeña localidad anónima el alcalde de la que, en representación de sus vecinos, lucha para salvaguardar sus tierras. Siglos después, el ciclo se repite.

Diego Lorca y Pako Merino son el alma de Titzina . Ellos mismos firman la dramaturgia y la dirección de la obra y se encargan de interpretar magníficamente (es lo que tiene tener oficio teatral) las cuatro parejas de personajes que aparecen en escena: el ingeniero y el alcalde, el conquistador y el rey inca, dos primos sencillamente únicos y dos vecinas aún más auténticas (en uno de los momentos más brillantes -literal- y sublimes del espectáculo).
En cualquier caso, con la excusa de no poner barreras al Progreso (discurso de la multinacional) y el atropello agresivo que representa esta explotación minera (discurso de la aldea) La Zanja nos habla de las ambiciones, la codicia, el dinero, el medio ambiente, la destrucción del planeta, las raíces y la memoria histórica. Este cóctel arrastra, irremediablemente, todos los protagonistas hacia lugares que no podemos desvelar, pero que nos regalan una reflexión sobre la existencia y la huella que dejamos a nuestro paso.

Los dos actores (y dramaturgos, y directores y escenógrafos y un largo etcétera) estuvieron viviendo un mes en Perú y dos semanas en la República Dominicana para investigar y documentarse para hacer este trabajo, que se traduce en un ejercicio periodístico y antropológico loable. Los saltos del pasado al presente y viceversa son constantes, pero están enlazados con el saber hacer digno de un artesano que ya acumula cinco producciones personalísimas a sus hombros.

Es inevitable, y de justicia, subrayar con mayúscula la escenografía, la composición musical y sonora, el diseño de iluminación y el vestuario, sin los cuales el espectáculo ni mucho menos sería lo mismo. Mérito, por tanto, y aquí queda, de Jonatan Bernabeu , Alberto Anglada y Nuria Espinach .

(Segundo y último apunte: hay un terrible «pero» en cuanto a la disposición de las butacas en este espectáculo. A no ser que el público se siente en las primeras filas, todo lo que los intérpretes hacen en el suelo (y hacen unas cuantas, de cosas) pasan desapercibidas por la mala visibilidad. Así que si alguien se anima a ir (y desde aquí animamos a hacerlo) vale más que se pelee por los primeros asientos).

Y ya para terminar, dejamos este enlace a un interesante artículo del catedrático de Historia Moderna de la UAB, Antonio Espino López , que participó el pasado jueves día 4 de abril a un debate postfunció.