05/23
VolverDe oscuridades y luces valientes
ElPuntAvui+
Jordi Bordes
Este no puede ser un artículo adscrito a los cánones académicos de la facultad. Hace falta que responda a la valentía de Carme Elias. La actriz ha escrito el libro Cuando deje de ser yo (Columna) donde habla de la relación con su amigo Al (el Alzheimer). Asume la convivencia con la enfermedad que se está apoderando de ella. Ha aprendido que hay que aceptarla pero no rendirse. El 2019, dos años después de no entender por qué calificaban de pánico escénico sus temblores antes de entrar a escena o el hecho de olvidar la réplica memorizada ante la cámara de cine, le supieron diagnosticar aquellos descuidos. El veredicto la abocó a una nueva vulnerabilidad, la de saber que día a día sus conexiones de la memoria se irán apagando. En el encuentro, participan también los dos actores de Titzina Teatro, que también reflexionan sobre la pérdida de memoria y lo relacionan con la luz frontal de un espeleólogo en una gruta. Oscuridades y luces valientes.
Pako Merino y Diego Lorca son los dos actores de Titzina Teatro. Miércoles charlaron por primera vez como si fueran conocidos de siempre con Carme Elias, que dice con un humor cruel: “Tengo un Goya, un Gaudí y un Alzheimer.” Entramos a su apartamento, a su refugio. Donde convive con “Al” y también con los recuerdos y quienes aprecio. El año pasado reveló en el Brain Film Fest que tenía Alzheimer, asumiendo el compromiso de hacer bandera de una enfermedad a la cual hay que parar los pies. Ella, dice, ya no podrá salir del embudo que la empuja pendiente abajo, pero reclama atención para que se investigue. El personaje de BÚHO de Titzina (que se representa hasta domingo en la Sala Beckett), Pablo, es ficticio. Está construido a partir de la investigación en el Instituto Guttman de Badalona: ha tenido un ictus y no entiende por qué le preguntan repetidamente cuestiones como por ejemplo en que día de la semana estamos o como llegó al hospital. En la obra, lo comparan con un espeleólogo con una luz frontal en una gruta: ante una cómoda de información, la luz solo concentra respuestas en un solo punto; el resto es oscuridad. Elias se reconoce en esta reflexión, que coincide con su día a día más íntimo. De lejos, al sofá, Carmen Fernández (que lo ha ayudado a enfocar el libro planteándole preguntas que Elias escribía como punto de partida y, ahora, lo acompaña con las entrevistas de presentación) escucha y completa alguna respuesta.
Conversación de mesa
En la mesa del comedor, sin nervios, Elias dice y repite la tesis Gestalt que ella interiorizó para el oficio de actriz y también para su construcción personal. Aquel respirar siempre, desde el aquí y ahora, es imprescindible para su hoy, una vez diagnosticada la enfermedad. Carme está tranquila, sonríe y sigue absorta por las peripecias de Titzina, que ya tienen 25 años de trayectoria con solo seis espectáculos, pero, seguramente, nunca había oído hablar.
Es caprichoso el inicio de Titzina. Pako (empezó a hacer teatro para impresionar a su novia y acabó los estudios de enfermería que le exigían los padres) . Coincidieron con Diego en dos habitaciones en un piso alquilado por una mujer croata. En sus 23 años de actores expansivos, la anfitriona los pedía “tishina” (“silencio”). De aquel clamor, salió el nombre de la compañía. Su teatro físico, de hecho, bebe de la investigación (la escucha) y las improvisaciones (el olfato). En escena, emerge la palabra como reacción, para romper el silencio, a pesar de que cada vez van trasladando su cuadro a paisajes más oníricos, metafóricos, intuitivos, imprescindible para moverse a tientas en la creación, de la investigación, de la vida. En BÚHO, ponen una luz humilde, tenue, a la oscuridad. La luz de Elias es, ahora, de otra intensidad. Continúa sentando con la espalda recta y el cuerpo hacia delante para recibir los combates de la vida, para afrontarlos como quien no se quiere dejar vencer. Porque sabe que vale la pena vivir mientras se es consciente del abrazo de la familia, del cuidado de los compañeros, del calor del flash de una cámara, que enciende la oscuridad como una centella.
Acabamos el encuentro informal con un abrazo de colegas. No puede ser un artículo normal. Elias celebra que “Al” la haya dejado disfrutar de esta hora de conversación distendida (en la que ha recordado el gusto a escribir de cuando era pequeña, intuyendo que algunos cuadernos deben de estar recogidos en algún rincón del piso). Abajo, junto al parking de la comunidad, hay un futbolín a oscuras. Los de Titzina, cuando ven el vestíbulo (con apariencia de una zona de descarga de camiones con unas escalas de hierro centrales clavadas encima), lo confunden con un teatro de grada alta. Las luces y las oscuridades las carga el arte, la vida.
En aquí y ahora , Elias es actriz aunque ya no ejerza. Lo tiene que ser si quiere responder con orgullo a toda su trayectoria. Lo será, lo sabe y lo teme, hasta el momento terrorífico que pronostica el título y que ella señala como la alarma para una muerte digna (de una vida valiente).