La Zanja
![Ficha artística](https://www.titzinateatro.com/assets/uploads/2019/03/cartel-la-zanja-new.jpg)
Miquel, técnico de una multinacional minera, llega a una explotación de la compañía en Sudamérica. Alfredo (el alcalde) y su comunidad esperan a este nuevo “descubridor”. La implantación de la mina marcan el futuro del pueblo y las relaciones entre vecinos. El encuentro de Pizarro y Atahualpa hace 500 años, determinará el destino de los protagonistas.
Ficha artística
- Dramaturgia Diego Lorca y Pako Merino
- Dirección Diego Lorca y Pako Merino
- Reparto Diego Lorca y Pako Merino
- Diseño de sonido Jonatan Bernabeu
- Composición musical Jonatan Bernabeu
- Diseño iluminación Albert Anglada y Diego Lorca
- Diseño escenografía Titzina
- Construcción escenografía Núria Espinach y Escenografíes Castells
- Vestuario Núria Espinach
- Producción Titzina
Cuando uno contacta con otra sociedad distanciada a miles de kilómetros, surgen las diferencias del cotidiano, de las formas de interpretar el mundo. Sin embargo, cuando prolongamos ese contacto aparecen en el otro las cosas reconocibles, detalles que creíamos exclusivos de nuestra cultura, de nuestro “Yo”. Entonces surgen las preguntas: ¿En qué momento compartimos el viaje que nos hizo ser tan iguales?¿Cómo reprocharnos y atraernos tanto? La respuesta está en el tiempo pasado, en nuestros ancestros, en el recuerdo común que permaneció oculto. Porque en definitiva, hemos heredado las acciones de unos hombres sobre otros y las influencias sobre el colectivo. La Zanja refleja ese ciclo infinito que se repetirá una y otra vez del encuentro entre dos mundos. Es un trabajo exhaustivo de creación, surgido de la documentación de las crónicas de la época y nuestros viajes al Perú actual.
… 2 de junio de 2000, en la población de Choropampa, un camión que transportaba mercurio líquido de una empresa minera vertió accidentalmente parte de su carga sobre la ruta principal que atraviesa el municipio. Según testimonios, la empresa ofreció dinero para recuperar el mineral líquido. Niños, mujeres y hombres se volcaron en la recogida sin saber los efectos que esto provocarían en su salud…
… 16 de noviembre de 1532, Francisco Pizarro, contactó con la avanzada civilización Inca. Su emperador Atahualpa fue confinado durante varios meses, aprendiendo a leer y escribir el idioma español. Atahualpa propuso a Pizarro llenar la habitación donde se encontraba preso con oro a cambio de su libertad. Los Incas trajeron el metal de todas las partes del reino para salvar su vida. Finalmente Atahualpa fue ejecutado la noche del 26 de julio de 1533…
… La minería es una de las actividades más antiguas de la humanidad, y se ha constituido en uno de los indicadores de desarrollo económico a nivel mundial. Prácticamente todos los materiales que nos rodean provienen de la extracción minera: Pintura, detergentes, fármacos, cosméticos, pasta de dientes, paredes, lapiceros, tiza, vidrio, sal, carreteras, cables, tuberías ,ollas, lavabos, coches, teléfonos móvil…
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Zoroniak amigos, un gran trabajo lleno de verdad
Donosti -
Gran lección que obliga a reflexionar. Gracias!
Amanda -
Una maravilla que te obliga a reflexionar
Palma -
Brutales!! Admiración absoluta por vuestro trabajo. Gracias!
Carballo
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Un duelo dialéctico, entre la filosofía ancestral y la lógica de mercado; un directivo español – uno de esos negociadores sin demasiados escrúpulos -, de una multinacional minera que pugna... por el oro y por la «razón» con el líder de una comunidad humilde, del norte del Perú, por ejemplo. Es el punto de partida de una pieza que tiene la virtud, entre otras, de plantear mil preguntas y quizá el pequeño defecto de brindar demasiadas respuestas. En el combate entre el capital y la pachamama, desigual por supuesto, se refleja el pasado: el encuentro histórico, mítico y multidiferenciado entre el conquistador Pizarro y el rey inca Atahualpa, que acabó en baño de sangre, lo que viene siendo un genocidio, vaya. Todo para recordarnos que las coordenadas de la historia tampoco han cambiado tanto. De hecho, el expolio continúa, y también las luchas modestas que, desde el punto de vista del humanismo, no suelen acabar bien (Los indígenas Chiapas o de la Amazonia, los Mapuches…por seguir con los ejemplos sin salir de América Latina). De todo ello nos hablan Pako Merino y Diego Lorca, reincidentes en el Teatre del Mar (No hace mucho vinieron con la excelente Distancia Siete Minutos), y también de la deshumanización de Occidente y de lo difícil que resulta no venderse. Quizá más trágicos y menos irónicos que en otras ocasiones – y también más pedagógicos – vuelven a demostrar que son especialistas en desplegar temas esenciales, discursos necesarios, a través de diálogos trabajados y de una escenografía eficaz, y siempre manteniendo el pulso del teatro documentado, elementos indisociables del sello Titzina
#Diario de Mallorca / Febrero 2018
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«La historia – dice Titzina – es la herencia de la acción de un hombre sobre otro y sus consecuencias sobre el colectivo». De eso trata «La Zanja». De historia,... de cómo heredamos las acciones del pasado y de cómo influyen en nuestro presente y en nuestro futuro. Del encuentro entre dos mundos. De antepasados, conquistadores y conquistados. De Pizarro y Atahualpa. De conflictos mineros entre las multinacionales occidentales y las comunidades nativas de Perú. De la explotación de los recursos naturales y de raíces culturales. Un verdadero ejercicio de teatro antropológico. Miquel, un técnico de una multinacional, llega a una población peruana en la que se instalará una nueva explotación minera. Allí le espera el alcalde, quien tiene una visión diferente respecto a qué reportará la mina de oro para la comunidad. Cientos de años atrás, también se produjo un encuentro entre Pizarro, que llegó al Tahuantinsuyo en busca de oro, y Atahualpa, el último rey inca. Este es el argumento que sirve Titzina para formularse preguntas acerca de la relación entre Sudamérica y Europa, sobre la manera en que los actos de conquista y explotación siguen hoy muy presentes en las comunidades nativas. Y los vierten en escena con su estilo tan personal, con sencillez y sin grandes artificios. Múltiples cambios de personaje, de escenografía, de tiempo o de espacio, llenos de dinamismo y sutileza. Un pequeño cambio de vestuario o de voz y se dibuja un nuevo personaje perfectamente reconocible. Sin histrionismos. Un leve cambio de escenografía o de iluminación y estamos en otro lugar o en otro tiempo. Sin alardes espectaculares. El texto es profundo, construido con rigor. Tal vez esa ironía tragicómica llegue con menos nitidez que en anteriores espectáculos, pero el resultado nos toca, nos afecta y nos involucra.
#Heraldo de Aragón / Abril 2018
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La relación entre la conquista de Francisco Pizarro y las explotaciones de multinacionales en tierras indias de Sudamérica puede parecer remota, pero tiene un elemento común que queda patente en... la primera escena de la magnífica creación de la compañía Titzina: el oro y la codicia van juntos. Evocando la conquista española como telón de fondo y la paradoja de que las sociedades no han cambiado mucho, Titzina levanta una historia contemporánea sobre la confrontación cultural de dos mundos a través de la relación entre el delegado de una gran empresa y el alcalde de una comunidad india. El primer promete un gran futuro a cambio de permitir una explotación minera para buscar oro que rápidamente derivará en la contaminación del medio por mercurio. Ficción? quizás, pero hace seis meses la multinacional Chevron Texaco fue condenada por la Corte Suprema de Ecuador a pagar una millonaria indemnización a los pueblos indígenas para una explotación petrolífera que ha contaminado los ríos. No pagarán, claro: si unos tienen un abogado, la empresa hay pondrá ciento. La zanja tiene algo de aquel teatro independiente poderosamente artesanal y con un fuerte compromiso social y humano que brotaba en las obras de los años 70 y 80 pero, y no es intrascendente, en una propuesta muy bien pensada, condimentada y estructurada y con dos excelentes actores, Diego Lorca y Pako Merino, que incorporan una variedad de personajes con naturalidad, sencillez y un humor negro marca de la casa. La zanja es una mirada triste sobre el ser humano ya sea occidental o indio, da igual. El foráneo puede pensar en matar para alcanzar su objetivo, pero serán los mismos indígenas quienes se encargarán del trabajo sucio. Titzina lo muestra con un espectáculo deliciosamente contemporáneo y provocadoramente clásico.
#Ara.cat / Abril 2019
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‘La zanja’, quinto montaje de Titzina Teatre, nos sumerge en el realismo mágico y trágico de la conquista de América. La de hace 500 años y la actual «Aquí hay oro.... Yo no tengo la culpa de que ustedes nacieran encima de él». Quien habla es un empresario minero del siglo XXI. «Mientras haya oro seguirán envenenándonos». Ahora habla el alcalde de un pueblo que, por lo visto, tiene la desgracia de encontrarse donde se encuentra. Ambos personajes son también, en la obra La zanja, que estará en La Villarroel de Barcelona hasta el 22 de abril, Pizarro y Atahualpa. La historia es la misma. La zanja es el quinto montaje de Titzina Teratre tras Folliè a deux. Sueños de psiquiátrico (2002), Entrañas (2005), Exitus (2009) y Distancia siete minutos (2013). «Tardamos años en preparar nuestras piezas», reconoce Pako Merino. La documentación exhaustiva sobre los temas que tratan las obras es marca de la casa y requiere tiempo. «Esta vez hemos estado un mes en Perú, donde hemos conseguido hablar con las altas esferas de una gran empresa minera canadiense, hemos visitado las impresionantes minas a cielo abierto a 4.200 metros de altura, nos hemos mezclado con las gentes de pueblos casi fantasmas absolutamente dependientes de la minería, por lo tanto, del valor con el que fluctúan los minerales… ¡Nadie lo diría!» De este trabajo de campo lento, meticuloso, exigente, y del estudio de los antecedentes históricos, surge una atmósfera que recuerda al realismo mágico. Un suceso real ocurrido en 2000 en el pequeño pueblo de Choropampa, en el altiplano de los Andes, sirve de base para armar toda una trama de corrupción moral, de abuso de poder, de mentiras, de avaricia y de prepotencia: lo que ocurrió fue que un camión de una empresa minera derramó accidentalmente mercurio líquido en medio del pueblo. La empresa ofreció dinero a la población para recoger el mercurio esparcido, sin saber los efectos que aquello provocaría en su salud. «NO HA HABIDO TERAPIA HISTÓRICA»
#El Pais / Abril 2019
El pasado jueves, tras la función de ‘La zanja’, a iniciativa de la plataforma de divulgación de las artes escénicas Recomana, charlaron sobre el alfombrado escenario los dos autores y actores de la obra con el profesor de historia de la Universitat Autònoma de Barcelona Antonio Espino. «La historia de la conquista ha sido sagrada hasta hace muy pocos años», consideró el profesor. «No ha habido terapia histórica porque siempre se ha validado la versión de los vencedores». Espino, que hizo una exposición de la «verdadera» conquista de Pizarro, subrayó que los españoles «sabían perfectamente lo que iban a hacer y lo hicieron sin piedad». El diálogo principal entre un empresario minero que llega al altiplano con órdenes muy concretas y el alcalde del pueblo no deja de ser el choque entre dos mundos, tal como pasó en el siglo XV con el encuentro entre Pizarro y Atahualpa, y tal y como, probablemente, no ha dejado de suceder cíclicamente. De ahí la comparativa (odiosa) entre los dos personajes actuales (el empresario y el representante del pueblo) e históricos (Pizarro y Atahualpa). Lorca y Merino, en una escenografía casi minimalista (un fondo ocre y unas alfombras sobre las tablas que esconden los elementos que utilizarán los actores, que no abandonan el escenario en ningún momento) despliegan un juego de precisión, desdoblándose en multitud personajes separados por 500 años de historia. Los vecinos del pueblo reunidos en asamblea; mujeres respirando mercurio para exigir una indemnización («tenemos que mantener los síntomas para negociar»); dos lugareños sin más distracción que leer el horóscopo en un diario viejo; el recepcionista clarividente y repelente de un hotel que se presume cochambroso o el empresario humanizado al llamar por teléfono a su familia (misión complicada: las líneas, ya se sabe, la cobertura…). Un cambio mínimo en el vestuario, en el gesto o incluso en la mirada, basta para cambiar de universo. En ello Titzina son expertos. El contraste entre el empresario minero y el alcalde, una suerte de de sindicalista incorruptible, es brutal. El primero disfraza sus intenciones con discursos golosos e inapelables (el bienestar, la riqueza, la mejora de vida, el progreso…); el segundo, presuntamente ignorante, poca cosa, insustancial, desarma cualquier razón con la dignidad. “¿Ese dinero hará que dejemos de escupir sangre?”, le preguntará. «La historia es durísima», explica Diego Lorca. «Igual que los conquistadores jugaron con el engaño, no solo con su técnica militar más avanzada, y aprovecharon las disputas entre diferentes pueblos indígenas, ahora las promesas de una vida mejor crean esas mismas disputas entre los habitantes originarios de la zona». La evolución de los personajes y de la trama plasma con crudeza cómo el destino de gente extremadamente pobre queda en manos de intereses tan alejados de su verdad, de su tierra, de su origen… El espectador asiste, entre latigazos de humor, a mil historias en una, donde todo tiene un sentido, todo está estudiado y nada es gratuito.Todo, verbalmente y físicamente, no deja de ser una feroz crítica a una situación que siempre quedará disfrazada de intereses.
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Maravillada una vez más con Titzina. Maravillada de cómo se pueden decir tantas cosas con tan pocos elementos. Hay que ver La Zanja para comprobar de nuevo que en la... caja escénica cabe todo. Caben antiguas expediciones de conquistadores y grandes explotaciones transnacionales; caben hoteles, poblados, gallineros y una vaca en un prado. La Zanja habla del choque de dos mundos, habla de conquistas y de imperialismos. Habla de antiguas colonizaciones y del expolio al que son sometidos pueblos enteros, antes y ahora, por parte de una civilización devastadora y en nombre de una idea de progreso más que cuestionable. En el fondo está el reflejo de un proceso de aculturación que debilita, para acabar arrebatando, la identidad de los más débiles. Pako Merino y Diego Lorca -o viceversa- son actores, directores y dramaturgos de sus propias obras. Creadores, en definitiva, de unos espectáculos que tratan temas de actualidad con voluntad de incidir en la perspectiva social, de denuncia o de reflexión. La sencillez -lejos de la simplicidad- marca sus espectáculos; una sencillez tan sólo aparente para llegar a un público amplio con mensajes claros. La sencillez se encuentra sobre todo en la economía de medios. Una sencillez que viene de destilar un ingente trabajo de documentación propiamente histórica, en este caso, y de recoger el testimonio de los protagonistas de su historia. Las giras de Titzina ha llevado a la compañía a los teatros de Latinoamérica en sus casi veinte años de vida. De este devenir han sabido hacer un observatorio privilegiado de donde surgen sus personajes. sudramatis personaees aquí, como en otros montajes, ingente: de Pizarro al inca Atahualpa, de Miguel, el ingeniero de una empresa transnacional, Alfredo, alcalde de Cajamarca (Perú), pasando por otros habitantes de la zona: el recepcionista de un hotel, ganaderos, agricultores, mineros. Todos los personajes aparecen claros, dibujados con pocos trazos pero con claridad diáfana. Interpretaciones de peso y solvencia, por unos personajes que tienen relieve gracias a sus contradicciones manifiestas, personajes que sudan humanidad. Y no necesitan grandes disfraces: el chaleco del ingeniero se convierte en una coraza del siglo XVI, sin ningún cambio aparente. Vale la pena destacar también la cuidada iluminación (Albert Anglada y Diego Lorca) que ubica a los personajes en una escena cambiante pero fuerza desnuda. La desnudez del espacio escénico se hace del todo imprescindible para representar una multitud de escenarios que huyen del concreto para resultar evocadores: evocar ahora un paisaje de antes, ahora un interior actual. El resto es palabra y gesto, presencia escénica y respeto por sus personajes, un gran amor por su profesión y una gran confianza en el poder del teatro. La Zanja se estrenó en 2017, en 2018 participó en la 33 edición del Festival Iberoamericano de Cádiz, un encuentro exigente para los que desde este lado del Atlántico abordan el tema casi tabú de la conquista de América . Merino y Lorca saben, seguro, escuchar y de ahí su particular y magistral forma de contar historias.
#Recomana / Abril 2019
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Pako Merino y Diego Lorca aterrizan de nuevo en Barcelona para presentarnos La Zanja , su última propuesta, que ya se hacía esperar. Una tragicomedia que... homenajea nuestros antepasados, y sobre cómo el ciclo de la vida tiende a repetirse. Con la excusa de una multinacional que quiere extraer oro en una pequeña localidad rural, nos hablan de los ancestros, de las tradiciones, del arraigo y de las diferentes formas de interpretar el mundo. A La Villarroel , hasta el 22 de abril. Recientemente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador , pidió al rey Felipe VI que se disculpara por los abusos cometidos por los españoles durante la conquista de su país. La respuesta no se hizo esperar: ni hablar! Siglos después, la herida aún supura. (Primer apunte: hay un libro – reeditadíssim y altamente recomendable- publicado, precisamente, por la Universidad Autónoma de México, con el inequívoco título de Visión de los vencidos (relaciones indígenas de la conquista) , que explica la otra cara de la moneda. a través de textos históricos traducidos del náhuatl -y de documentos posteriores, ya en castellano este volumen es un contrapeso al único testigo que había hasta el 1959 sobre la Conquista y que no era otro que la crónica victoriosa de los mismos españoles. Como es de suponer, las versiones distan bastante. Esta doble introducción viene a cuento de La Zanja , la obra que Titzina estrenó en 2017 en el Teatro Ateneo de su ciudad, Cerdanyola del Vallès, y que ahora llega a Barcelona (en La Villarroel) después de hacer gira por el Estado . Una astuta fábula que escenifica el encuentro que en 1532 tuvieron el criador de cerdos extremeño Francisco Pizarro y el último rey inca, Atahualpa. Del México azteca y maya en Perú inca, pero con desenlaces idénticos: expoliación y muerte. La compañía lo explica mediante un paralelismo con la llegada de un ingeniero de una multinacional minera en una pequeña localidad anónima el alcalde de la que, en representación de sus vecinos, lucha para salvaguardar sus tierras. Siglos después, el ciclo se repite. Diego Lorca y Pako Merino son el alma de Titzina . Ellos mismos firman la dramaturgia y la dirección de la obra y se encargan de interpretar magníficamente (es lo que tiene tener oficio teatral) las cuatro parejas de personajes que aparecen en escena: el ingeniero y el alcalde, el conquistador y el rey inca, dos primos sencillamente únicos y dos vecinas aún más auténticas (en uno de los momentos más brillantes -literal- y sublimes del espectáculo).
#NÚVOL / Abril 2019
En cualquier caso, con la excusa de no poner barreras al Progreso (discurso de la multinacional) y el atropello agresivo que representa esta explotación minera (discurso de la aldea) La Zanja nos habla de las ambiciones, la codicia, el dinero, el medio ambiente, la destrucción del planeta, las raíces y la memoria histórica. Este cóctel arrastra, irremediablemente, todos los protagonistas hacia lugares que no podemos desvelar, pero que nos regalan una reflexión sobre la existencia y la huella que dejamos a nuestro paso. Los dos actores (y dramaturgos, y directores y escenógrafos y un largo etcétera) estuvieron viviendo un mes en Perú y dos semanas en la República Dominicana para investigar y documentarse para hacer este trabajo, que se traduce en un ejercicio periodístico y antropológico loable. Los saltos del pasado al presente y viceversa son constantes, pero están enlazados con el saber hacer digno de un artesano que ya acumula cinco producciones personalísimas a sus hombros. Es inevitable, y de justicia, subrayar con mayúscula la escenografía, la composición musical y sonora, el diseño de iluminación y el vestuario, sin los cuales el espectáculo ni mucho menos sería lo mismo. Mérito, por tanto, y aquí queda, de Jonatan Bernabeu , Alberto Anglada y Nuria Espinach . (Segundo y último apunte: hay un terrible «pero» en cuanto a la disposición de las butacas en este espectáculo. A no ser que el público se siente en las primeras filas, todo lo que los intérpretes hacen en el suelo (y hacen unas cuantas, de cosas) pasan desapercibidas por la mala visibilidad. Así que si alguien se anima a ir (y desde aquí animamos a hacerlo) vale más que se pelee por los primeros asientos). Y ya para terminar, dejamos este enlace a un interesante artículo del catedrático de Historia Moderna de la UAB, Antonio Espino López , que participó el pasado jueves día 4 de abril a un debate postfunció.
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La compañía Titzina vuelve a La Villarroel con otro ejemplo de su teatro social que invita a la reflexión. ‘La zanja’ levanta un puente entre pasado y presente con la... explotación del tercer mundo de telón de fondo La historia es cíclica y se repite. Aunque sea 500 años después. Poca o ninguna diferencia hay entre la colonización del conquistador español Francisco de Pizarro en Perú en el siglo XVI y la que protagonizan hoy multinacionales en busca de materias primas, oro en ese caso, en aquellas mismas tierras. A ese discurso se agarran Pako Merino y Diego Lorca, el dúo de Titzina Teatre, en su nueva obra, ‘La zanja’, que presenta La Villarroel. Un montaje que sigue los parámetros de una personalísima forma de hacer teatral y con una carrera que ha tenido mayor reconocimiento fuera que en Catalunya. Y eso que fundaron su compañía hace ya 19 años en Cerdanyola del Vallès. Son casi dos décadas y solo seis obras en su currículo. Una cifra corta que es fruto tanto del largo proceso de preparación de cada montaje como de su larga vida en exhibición. Merino y Lorca se lo guisan ellos solos, y a conciencia. Interpretan y firman la dirección y dramaturgia de todas sus propuestas, que obedecen a un teatro que invita a la reflexión y con carga política no exenta de humor. Un accidente de un camino de una empresa minera que transportaba mercurio líquido, a mediados del año 2000, en una población peruana es el punto de partida de ‘La zanja’. La compañía, según algunos testimonios, ofreció dinero por recuperar el mineral líquido. Niños, mujeres y hombres lo hicieron al ignorar el daño que podía suponer para su salud. La conquista de Pizarro
#El periódico / Abril 2019
Recuerda ese episodio de forma indirecta el montaje, que se abre con Lorca narrando los antecedentes históricos de la conquista de Pizarro y de la ejecución del emperador inca Atahualpa. A partir de ahí, nos presentan el conflicto. Un técnico de la multinacional minera intenta sobre el terreno convencer al alcalde, un defensor de la tierra, de las bondades de su propuesta como una puerta al progreso y al bienestar de la comunidad. La retórica habitual, vamos, de quienes explotan los recursos del tercer mundo. Merino y Lorca despliegan su discurso, que plantea preguntas y no da respuestas, con una imaginativa economía de medios. Ahí se percibe su formación en la escuela Lecoq de París. Un mínimo cambio –a partir de un objeto, del vestuario o de la acertada iluminación– introduce en un espacio casi desnudo un nuevo personaje (y son unos cuantos) en una trama que quizá tenga demasiadas ramificaciones argumentales. Pero así son Pako Merino y Diego Lorca. Juegan, prueban y siempre dan una vuelta más a una puesta en escena fragmentada que hay que completar como un puzle. En ‘La zanja’ incluso hay ecos de la mitología inca presentados como un cuento propio del realismo mágico. Larga vida al dúo de Titzina.
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‘La zanja’, lo último de Pako Merino y Diego Lorca, recorre 70 teatros y realiza 93 funciones desde su estreno a finales de 2017 He visto en la Villarroel barcelonesa una... función que parece una serie de intriga, con dos actorazos que encarnan a una decena de personajes, recreando diversos lugares en un espacio desnudo. Estoy hablando de La zanja, lo nuevo de Pako Merino y Diego Lorca, de Titzina Teatre, que combinan crónica social, humor negro y toques de realismo mágico en una compleja y fluidísima estructura con habilidad y ritmo de malabaristas. Como eco de la lucha de Pizarro y el inca Atahualpa, la historia central aborda el enfrentamiento entre Alfredo, el alcalde de Cajamarca, un pueblo peruano, y Miquel, el ingeniero técnico de una multinacional que llega para abrir una mina de oro.
#El Pais / Abril 2019
Entre los presuntos secundarios, que se convierten en protagonistas tan pronto pisan escena, conocemos a paisanos de la zona (entre fools y graciosos del Siglo de Oro), ancianas, víctimas y sicarios, un recepcionista obsesivo, criaturas de leyenda y todavía vivos, todos ellos espléndidamente retratados. Para rastrear la colonización y un conflicto del presente, Merino y Lorca se fueron a vivir un mes a Perú y dos semanas a República Dominicana, y en Choropampa (provincia de Chota, al norte de Perú) hablaron con los testigos del caso de un camión minero que en junio de 2000 volcó accidentalmente mercurio líquido, provocando la contaminación de la zona. No abunda gente como Merino y Lorca: conjugan talentos autorales y periodísticos, dirigen, interpretan, y también se encargan de la gira, en la más pura línea de los grupos del teatro independiente de los años setenta. Hablo con ellos y me quedo a cuadros. En estos tiempos, cuando para conseguir un bolo teatral hay que hacer una rogativa, me dicen que La zanja ha recorrido 70 teatros y ha hecho 93 funciones desde su estreno a finales de 2017. También hay que contar su éxito en el Festival Iberoamericano de Cádiz, en 2018. Y hasta marzo de 2020 hay 46 funciones cerradas y 17 reservadas y pendientes de confirmación. ¿Cómo consiguen eso?, les pregunto. ¿Por medio de la hipnosis? Pako Merino ríe. “Muchas llamadas: ese es el secreto. Cada mañana, desde las 9.30 hasta las 14.30, estamos al teléfono haciendo la distribución de nuestra función, por lo que seguramente, además de las 17 funciones pendientes de confirmar, se sumarán más en los meses siguientes”. El tiempo, paradójicamente, juega a su favor: “Como tardamos mucho en preparar cada espectáculo —rastrear el asunto, documentarlo, escribirlo, ensayarlo, levantar la escenografía—, poco a poco vamos creando una red de gente interesada. Si les gustó el anterior, quiere disfrutar del siguiente. Incluso hay espectadores que han venido dos veces para ver el mismo”. De momento están en la Villarroel hasta el 22 de abril. Luego siguen girando por España (lo más inminente: Bizkaia, Granada, Valencia, Asturias). Ahora, me dicen, su objetivo es conseguir un teatro que acoja La zanja en Madrid en 2020 “para estar como mínimo tres semanas. Y queremos encontrar tiempo ese mismo año para presentarla en Sudamérica”.
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